El cementerio de la Chacarita se convirtió en un inesperado (y algo oscuro) circuito runner

«Cero, para nada me da miedo. Da vitalidad correr alrededor del cementerio», asegura entre risas Sofía, quien desde el verano se animó a hacer running alrededor del cementerio de Chacarita. El circuito está conformado por la calle Jorge Newbery y las avenidas Warnes, Garmendia, Elcano y Guzmán. Son 4,3 kilómetros sin interrupciones, salvo cuando algún coche fúnebre entra o sale del predio.

Sofía vive a dos cuadras, en el Barrio Parque de los Andes, y antes iba al Rosedal a entrenar con un running team y debía viajar hasta Palermo. «Siempre es más práctico estar cerca de tu casa para salir a correr», dice Sofía, que al principio no se animaba, porque -afirma- «hay partes medio turbias». Pero cuando arreglaron la vereda en la calle Jorge Newbery y le pusieron un piso especial, iluminación, bebederos, mesas de ping pong, canchas de fútbol tenis y aparatos de gimnasia se decidió, siempre de día.

Julián coincide: «Lo veo bien de día, de noche por ahí está medio heavy. Está bueno porque son 4,3 kilómetros continuos, yo arranco corriendo en mi casa en Palermo y voy calentando».

El paisaje es bastante diferente a la zona de los Lagos de Palermo. En Jorge Newbery se amontonan autos chocados y quemados que deja allí la Policía de la Ciudad, que tiene su sede central enfrente del paredón del cementerio. Los muros están todos grafiteados y algunos cartoneros charlan en con el torso desnudo sobre una vieja bicisenda casi sin uso.

Los runners de Chacarita tienen un estilo propio: no se ve ropa deportiva de marca, los corredores se ejercitan vestidos con un jogging y una remera cualquiera de algodón. «No es el glamour del Rosedal», se ríe Sofía. Tampoco se ven «running teams». Apenas algún personal trainer con un par de alumnos. «Es más ciudad, Me parece mucho más lindo ver esto».

Unos metros más adelante está el obrador del viaducto del tren San Martín, que será elevado para que no interumpa el tránsito de autos, colectivos y peatones. Sobre la avenida Warnes, la obra está avanzada y ya hay varias columnas en pie, que le dan a la zona un aspecto todavía más extraño. «Para correr es espectacular porque estás como en el fin del mundo», dice Sofía, aunque se queja de que, a veces, los obreros le gritan cosas.

Julián, Sofía y Nicolás, que también corre alrededor del cementerio, coinciden en que lo mejor mejor sería continuar con las mejoras que se hicieron en Newbery en la avenida Warnes y hacer «un lindo circuito». La aspiración de los tres runners es que más gente se sume a correr para así poder entrenar de noche y se ilusionan con que se sume gente de La Paternal, Colegiales y Villa Crespo. Los tres aclaran que nunca tuvieron problemas de inseguridad.

Una ciclista sale del cementerio, aparentemente de paseo, y la pregunta surge obligada: «¿Nunca se les ocurrió correr adentro? «Alguna vez pensé en entrar, pero es border, nunca vi a nadie meterse».

En la avenida Garmendia el tejido urbano está bastante deteriorado, con lavaderos de autos y locales cerrados. Luego, sobre la avenida Elcano el paisaje vuelve a cambiaro se ve el tren Urquiza y, como de la nada, surge el nuevo Parque Elcano, que fue construida en terrenos que eran del cementerio. El lugar está lleno de vida, con chicos jugando al fútbol-tenis y gimnastas ejercitándose en las postas aeróbicas. El verde domina el parque, aunque las enredaderas en las rejas no alcanzan a tapar los nichos.

Ya sobre la avenida Guzmán se ven los edificios que está construyendo el gobierno de la Ciudad para mudar a los habitantes de la Villa Fraga. El olor a flores de los precarios negocios ubicados junto al cementerio invade el ambiente, mientras los runners siguen su rutina. Sofía corre 10 kilómetros tres veces por semana, para lo cual debe dar dos vueltas al cementerio y agregarle dos vueltitas al parque.

«Nos cruzamos todo el tiempo con coches fúnebres. Esa es la única interrupción en el recorrido. No me pega bajón, a todos nos va a tocar en algún momento, depende la relación que tengas con la muerte, a mí no provoca nada», afirma Julián, mientras elonga después de la corrida.

Por: Víctor Pombinho Soares – La Nación

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